Ñam Ñam

Mientras hago tiempo y espero que Cristian venga, pienso “¿qué cenamos hoy?”. Es que este “futuro marido” (jaja), me salió complicado para las comidas.

Siempre terminamos comiendo pizza, sandwiches calientes, o hamburguesas. Claro, tampoco hay mucho tiempo, porque luego se va a trabajar.

Una de las cosas que trato de hacer desde que somos novios, es amigarme con la cocina. Pasé del arroz, a la tortilla de papas, y a la torta de atún (bueno, ché, la tortilla lleva sus técnicas). Hay gente que se casa y vive con el delivery y con la comida de la suegra, eso es más triste...(todo esto para que no tenga excusas con mis propuestas de casamiento).

Igualmente, tengo un problema. No puedo cocinar bichos. No puedo ver un pedazo de carne cruda, ni sentirle el olor, ni al pollo tampoco... Cada vez me cuesta más comer carne (y me alegro), pero a él le gusta pelearme porque mi imaginación dentro de la cocina, se acota.

Así que estuve mirando el catálogo de Tienda Inglesa donde tiene de oferta la “Buffet” provoletta, a $125.50 las dos unidades. La big mac parece que anda en los $40. En fin... Seguramente ahora cuando venga me diga que no tiene hambre, y yo acá, pensando en que comemos (porque no meriendo para cenar pipona con él, pero después no come, y me termino tomando una sopita knorr light, sabor zapallo).

Mientras que le digo contenta “viste que estoy más flaca?” y se me caga de risa en la cara. “PERO AMOOORRR, ESTOY YENDO TODOS LOS DÍAS AL GIMNASIO”, cri cri... “tu mamá me dijo que estoy más flaca”... “seh amor...”.

Y así pasamos la noche, deliberando sobre mis kilos, obligándolo a que pruebe mi deliciosa tortilla de papas, pidiéndole que no vaya a trabajar porque es sábado... hasta que un día nos hagamos millonarios, nos vayamos a vivir juntos, y seamos muy felices, y comamos perdices .... (así después no tengo que preocuparme por la cena).






Ah sí, claro, después me despierto y me avivo que estoy en Uruguay, y que con suerte como viene la cosa, capaz a fin de mes lleguemos al guisito, y tengamos un monoambiente de $2.000 de alquiler, sin teléfono, adsl, lavadora, etcétera.
“Contigo pan y cebolla”, dirían algunos.